La exposición, titulada "Esauira - Haize Uria" (Esauira - La ciudad del viento), abierta al público del 16 de enero al 18 de febrero, realiza un recorrido visual por las dos últimas décadas de la vida del artista español en Marruecos.
La exposición consta de dos partes. La primera presenta una serie de doce retratos en blanco y negro de personas nacidas en el Alto Atlas, entre ellas los propios hijos del autor, que forman un puente emocional entre su identidad vasca y la cultura amazigh.
La segunda parte comprende veinte fotografías que representan los veinte años de experiencia de Gorriti en Marruecos, impresas en un papel especial con una textura única.
Con esta exposición, Gorriti pretende crear un mundo propio en sus fotografías, con una estética común y un sentimiento de nostalgia que evoca viajes pasados y presentes a Marruecos.
Las imágenes, tomadas en su mayoría en espacios naturales abiertos que dan testimonio de su viaje personal a lo largo de los años, son en blanco y negro de gran formato, con texturas de color impresas para evocar situaciones oníricas.
La mayoría de las fotografías retratan entornos urbanos y naturales habitados por nativos anónimos, protagonistas fugaces que adquieren un valor permanente.
A través de estas imágenes y su tratamiento, se aprecia la pasión del autor por captar momentos en los que se valora el lenguaje del paisaje, la observación y la capacidad humana de abstraerse en el pensamiento o de estrechar los lazos de comunicación y fraternidad.
Esta retrospectiva muestra la gratitud y admiración de Gorriti por los habitantes de la ciudad y su generosidad, que rompió desde el principio las barreras lingüísticas y culturales.
"En esta ciudad del mundo donde nos separan los desiertos, el mar y la tierra, es mucho más lo que nos une. Esta es la esencia de esta exposición concebida con cariño, que nos llevaremos como reflexión tras nuestra visita", señala el artista español en una nota de presentación de la muestra.
"Esauira es una ciudad donde los vientos alisios soplan sobre las playas y los cielos son ligeros y tranquilos, y sus habitantes disfrutan del placer de la conversación diaria junto al puerto y del abrazo del océano Atlántico. Las gaviotas sobrevuelan las murallas de la medina, oteando el horizonte, mientras los transeúntes pasean por las calles con su inconfundible olor a costa y a salitre. El tiempo parece pasar más despacio, invitándonos a disfrutar de la esencia de este enclave costero y, sobre todo, de la calidez de quienes abren sus puertas a vecinos y visitantes sin esperar nada a cambio", escribe Gorriti.