1) Como ha afirmado explícitamente Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Marruecos no es ni el conserje ni el gendarme de Europa en materia de migración. Lo que hace en este ámbito forma parte de una asociación estructurada, bien entendida y respetuosa con la soberanía de todas las partes.
2) Destacar los 300 millones que recibe Marruecos de la UE en el marco de su política migratoria es bastante lamentable. Marruecos gasta entre 5 y 10 veces más para cumplir sus compromisos, libremente asumidos, y sus responsabilidades africanas.
3) Enfrentar a la UE unida y Marruecos en este caso es un burdo artificato para eximir a España de sus responsabilidades al recibir a un criminal de guerra buscado por la justicia española y a un separatista en guerra contra un socio. Este artefacto es una simulación de unidad, ya que, en general, la UE no está de acuerdo consigo misma en nada y muy pocas políticas comunes han tenido realmente éxito. La "virilidad" sin precedentes y un poco teatral con la que la UE trató el dosier Sebta tiene, además de la comicidad de la situación, la función de hacer olvidar los "compromisos" que han marcado el tratamiento de la cuestión migratoria en el flanco oriental de la Unión.
4) Creer que, ante el recalentamiento migratorio, coyuntural u ocasional, la reacción emocional europea de apoyo a España, estimulada en particular por un miembro español del Ejecutivo europeo, Josep Borrell en este caso, supone una aprobación de la presencia colonial española en Sebta y Mellilia es un error pueril. Nadie en Europa cree seriamente que la UE empiece en África en territorio marroquí.
5) Minimizar el carácter estrictamente bilateral, España-Marruecos, de la crisis y la responsabilidad española en ella es perjudicar los intereses estratégicos de España. Introducir a un criminal de guerra, a espaldas del socio estratégico, tiene consecuencias. Para solucionar este problema, es necesario que el Estado de Derecho español se exprese y la justicia pase. Lo contrario significa una vuelta al punto de partida, el de la crisis multiforme.
6) La legitimidad de la posición marroquí sobre su soberanía territorial es aceptada en Europa, especialmente por Francia. Es ridículo querer utilizar esta crisis para sembrar cizaña entre Francia y Marruecos, como sugiere torpemente el periódico “El Païs”. Lo que sí es cierto es que si esta crisis se prolonga sin una solución creíble, clara y convincente, será Francia la que cosechará los beneficios y recuperará su lugar natural en la economía marroquí. Este sería el mayor "logro" histórico del Gobierno de Sánchez en esta crisis.
7) La fragilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, que lógicamente tiene los días contados, es consustancial a su alianza gubernamental: Podemos, un partido de extrema izquierda, y dos partidos separatistas, forma parte de los elementos constitutivos de esta crisis. No es lo suficientemente fuerte como para mantener a raya a los generales de Argel moribundos y deshonrados por su pueblo-en el asunto Ghali, Pedro Sánchez aceptó dejarse engañarse por ellos-, ni es lo suficientemente valiente como para explicar, mirándole a los ojos, a un socio estratégico que está le traicionando de la forma más desleal.
El Estado profundo español -existe a pesar del reciente barniz democrático del país-, la experimentada clase política y parlamentaria, así como los círculos económicos, rechazan el amateurismo del Gobierno de Pedro Sánchez, que priva a su país de su natural profundidad estratégica, desvía duraderamente los verdaderos intereses de España y crea anarquía en el Mediterráneo occidental. Sólo una rápida alternancia en el poder, que no tardará en producirse, basado en unas elecciones legislativas anticipadas puede apagar este incendio estratégico encendido por aficionados irresponsables.